martes, 23 de septiembre de 2008

La bandera afuera

El otro día leí en La Tercera que por ley sólo se puede poner la bandera afuera de tu casa los días 18 y 19 de septiembre, por obligatoriedad. Y también para el 21 de mayo. Osea, quizás cuantos millones de personas se irían a la cárcel por delito cometido. Pero sigue llamándome la atención eso de acordarse de Chile sólo a mitad de septiembre. Por qué no poner el emblema nacional todo el año, o hacer fondas para año nuevo. No sé. Patriota no soy. Pero igual me emociono cuando la selección juega afuera y salen a la cancha seis pendejos llevando la bandera chilena. O cuando en las olimpiadas flaméa en lo alto nuestra tricolor. Será que te nace ese sentimiento chileno cuando vemos nuestra pequeña faja de tierra reconocida en otras partes. Como mi hermana que vive en Australia y se pone a llorar cada vez que come empanadas.

Es muy simple. La bandera es nuestro caballito de batalla. Es por eso que sentimos la euforia de ver a Marcelo Salas con la capa de Chile gritando campeón en Italia. Y cuando en Atenas ganamos la de oro en tenis y fue nuestro emblema el que llegó más alto en el podio. Cómo no ponerla entonces en la fachada de nuestras casas. Es un reconocimiento a nosotros mismos, a nuestra historia.

Ahora, ¿por qué cambió alguna vez nuestra bandera? Se dice que hubo una bandera para la colonia, otra en época de transición y también otros intentos parecidos a la actual. Es parte de la historia de nuestra bandera. Pero finalmente ganó la que nos respresenta. La de mar, nieve y sangre. La que defendieron miles de valientes. La que hoy compramos a luca en la calle. La que nos emociona cada un año. La que dibujamos cuando chicos. La que puede parecerse a otras. La nuestra: la bandera de Chile. Viva Chile, viva el pueblo y viva Camus. Vivan los medio digitales. Amén.

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